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¿Qué haces tú para superar la pereza de la vuelta al cole?

Pereza Esto de la depresión post-vacacional de la que se habla cada mes de Septiembre me parece una exageración parida por Telediarios faltos de noticias. 

En mi caso, tengo la suerte que desde que me dedico a hacer lo que me gusta (me produzca más o menos…) ya no me deprimo sea 1 de Enero, 2 Febrero o San Fermín.

No me deprimo pero sí me atenazo porque se dan de leches a) el volumen de trabajo atrasado y proyectos urgentes y b) la falta de inercia del motor, lastrado por el sol, la sidra y los recuerdos de los amigos a los que hacía tiempo que no veía.

¿Qué hacéis vosotros para superar la tentación de pulular por Internet en lugar de ponerse a currar?

Os cuento lo que intento hacer yo:

Recuperar la rutina: intento empezar y dejar de trabajar a la misma hora cada día.  Así lo que queda en medio (el trabajo), no se ve desplazado por lo demás. Sólo he dicho intento eh.  Soy español, no alemán. 

– Ya sentado en mi escritorio, cada mañana me hago un listado de lo que tengo que hacer, ordenado por prioridades.  Un listado pequeño: si te pones 200 tareas será imposible que las priorices y por lo tanto todas se volverán urgentes, e.d. tu listado no valdrá para nada.  A medida que voy completando las cosas, las voy tachando.  Es de perogrullo, pero me hace sentir más aliviado.

Empiezo por las tareas que más me gustan (y que sean productivas, obviamente: e.d., no vale "ponerme a leer en la terraza"), lo que sé que no me va a costar hacer.

– Dentro de cada tarea, y eso es especialmente importante en las que menos te gustan o te cuestan más, intento hacerlo de principio a fin, e.d. no parar para meterme en otras cosas.  Todos tenemos una curva de rendimiento cuya pendiente se modera cuando hacemos multitasking.  Cuanta más atención dediques a una sóla cosa, más probable es que la termines antes.

Si necesitas algo de un tercero, no saltes sobre él/ella inmediatamente.  Si es alguien con quien tratas a diario, anótate lo que quieres tratar y sigue trabajando (si la duda no te lo impide).  Quizá encuentres que debes hablar nuevos temas con esta persona y los incorpores a tu lista.  Así la interrumpirás (y te autointerrumpirás menos).  Reduce drásticamente el número de llamadas telefónicas y la duración de cada una.

– Las llamadas telefónicas y las reuniones también tienen su curva de rendimiento: mejor una sola reunión de planificación de 1 hora (después de los 5 inevitables minutos de cháchara sobre Mourinho, la economía, el Mundial de basket o cómo ha aumentado la barriga del jefe durante las vacaciones) que 4 reuniones de 20 minutos para apagar fuegos que ya están ardiendo. 

Apago el teléfono móvil (si puedo).

Cierro el Outlook después de chequearlo a primera hora.

Duplico la dosis de cafeína y de caramelos de menta: esta última frikada es por un mítico profesor de Ciencias que tuve en el colegio y que justo antes de enfrentarse a nosotros se zampaba un caramelo de eucalipto.  En fin, son vicios legales y que me ayudan a mantenerme alerta.

Hago deporte: y esto sí que no es una milonga.  El ejercicio físico libera endorfinas que lejos de agotarte, disminuyen tu ansiedad y te hacen rendir mejor en el resto de actividades.  No trabajes ni un minuto más de lo necesario estos primeros días: sal a la calle y respira. 

¿Qué haces tú?

Saludos irreverentes.

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El e-mail es el enemigo número 1 de tu productividad.

Email overload
Desde que decidí colgar la corbata tengo una máxima que intento mantener en mente a diario.  Terminar mi trabajo en el espacio de tiempo más corto posible para dedicar a mis aficiones y a mi familia.

Ya.  Sé que no descubro la pólvora.  Supongo que es una aspiración común a todo el mundo, y más a los que tenemos niños pequeños.

Lo que no todos tenemos tan claro es el tipo de obstáculos que día sí y día también nos obligan a dejar la oficina a las 9 de la noche, o más tarde.

Es obvio que nuestra cultura laboral estaría al frente de esta lista de obstáculos: en España (he trabajado en 4 países diferentes y ello me permite comparar) se valora más el desempeño por el número de horas trabajadas que por los resultados conseguidos.  Hay que salir más tarde que el jefe, y si es posible, más tarde que el resto de los compañeros.  Sólo alguna secretaria y los contables pueden irse a su hora y abandonar la oficina con ellos es motivo de escarnio público.  Pero dejaré esta reflexión para un artículo posterior.

Como soy autónomo, no debo plegarme a ninguna absurdez cultural de este tipo.  Y sin embargo hay días que tampoco logro terminar antes de las 9.

El motivo principal es que no soy productivo porque no trabajo de manera fluída.

Los humanos experimentamos curvas de aprendizaje: nuestro rendimiento aumenta cuanto más realizamos una tarea.  Si tú también eres autónomo o trabajar por cuenta ajena pero acaban de cambiarte de función recienemente, habrás experimentado el vértigo de enfrentarte a un trabajo nuevo, donde te sientes como un pulpo en un garaje, teniendo que consultar todo mil veces, cometiendo errores y sintiéndote inseguro e improductivo.

A menor escala, esto nos sucede a diario cada vez que una interrupción nos aleja de la tarea.  La curva de aprendizaje se interrumpe cada vez que nos entra un email y nos ponemos a contestarlo.  La interrupción es mayor cuanto más tenemos que detenernos a documentar nuestra respuesta, hasta el punto de separarnos de forma preocupante de lo que estábamos haciendo.  Nuestra capacidad de concentración se desploma, y con ella nuestra capacidad de análisis y nuestra creatividad.

Una encuesta recientemente publicada por la consultora Deloitte muestra que los empresarios llegan a leer su correo electrónico más de 50 veces al día y envían unos 160 mensajes.   ¿Quién es capaz de llevar un trabajo a buen término con 50 interrupciones?

Nadie.

Mi principal pregunta con respecto a este disparate es la siguiente: ¿necesitamos realmente esa frecuencia de comunicación? 

Francamente: no.  El email se supone que debe ser una herramienta de trabajo, no una distracción.
Comparto con vosotros algunas locuras que intento poner en práctica para que el correo me distraiga lo menos posible:

– Programa tu lector de correo para que sincronice cada hora o cada dos horas.
– O bien ciérralo directamente cuando necesites concentración.
– Intenta persuadir a tu equipo de trabajo, clientes y proveedores, de que no te pongan copia en sus correos a menos que necesiten una acción concreta de tu parte o la información sea imprescindible para ti. – Si un emisor de correo, no respeta esta regla reiteradamente, habla con él.
– Intenta no mezclar en un mismo mensaje temas profesionales con irrelevancias, así evitarás esas ristras (sí, sí, como las "ristras" de chorizo de pueblo) interminables de correos insustanciales.  O al menos, si las recibes, no será por tu culpa.
– Date de baja de esa newsletter que nunca lees. ¿Para qué te has suscrito si nunca tienes tiempo para ella?
– Cuando por fin te toque ver tu correo: crea carpetas para tus proyectos y programa tu lector de correo para que envíe los mensajes recibidos directamente a su carpeta correspondiente.
– Lee TODO lo que recibas si es posible en el día.

– Asegúrate de que al final el día tu bandeja de entrada queda vacía.  En fin: inténtalo.  Yo estoy en ello.  La sensación de estar por delante de tus proyectos en lugar de correr detrás de ellos, es impagable.
Si no tienes tiempo para contestar ahora, envía una respuesta rápida diciendo que lo has recibido y que contestarás en breve.

– Un e-mail de más de una hoja es una pérdida de tiempo y esfuerzo porque según algunas estadísticas, ni un tercio de sus destinatarios lo leerán a fondo. La mayor lucha en la que se debaten los grandes escritores es resumir, resumir, resumir incansablemente lo que escriben para hacerlo más digerible a sus lectores. ¿Por qué no hacerlo tú también?

Me he centrado en el correo electrónico, pero podría decir lo mismo de Twitter o del teléfono móvil (conozco unos cuantos enfermos del móvil en mi entorno más directo). Si estos dispositivos empeoran tu trabajo en lugar de ayudarte, es que no los estás usando bien.