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El nuevo Starbucks… ¿el fin de la marca Starbucks?

1977 (creo)

Vivíamos en Madrid.  Como mi madre siempre cocinaba (y muy bien) rara vez salíamos a comer fuera.  Pero en una ocasión nos llevaron a una hamburguesería americana de la que mi padre había oído hablar porque estaba cerca de su oficina. 

Recuerdo un sitio con mesas de plástico y un mostrador con micrófonos por detrás del cual preparaban "bocadillos de hamburguesa" que jamás había visto.  A toda pastilla.  La profusión de colores y sonidos era comparable a estar viendo una peli de Disney en el cine.  Era divertido, diferente y la comida estaba buena: fueses un niño o un adulto, siempre querías volver.  Era Burger King.

1981

Para entonces el trabajo de mi padre ya nos había llevado lejos de Madrid. El primer gigante internacional de las hamburguesas, McDonalds, abre su primer restaurante en la Gran Vía.  Desde nuestros ojos españoles era exactamente la misma propuesta que el Burger King: te atendían rápido, era barato y la comida estaba buena.  Exito seguro.  Pronto surgieron competidores locales por todo el país.

2.000

Durante un viaje de trabajo a Londres (creo que por aquel entonces trabajaba como Brand Manager en NIVEA) descubrí una cafetería con un largo mostrador (esta vez sin micrófonos) donde te preguntaban tu nombre y lo cantaban en alto y te servían cafés macrocalóricos de medio litro a 3 libras esterlinas.  Mágicamente, estaban siempre petados de gente.  Recuerdo comentar a mis compañeros de trabajo guiris que un sitio así jamás triunfaría en España, porque "tenemos una cultura cafetera y una oferta de cafeterías locales insuperable".

Por supuesto, me equivoqué.

En 2002 Starbucks abrió  sus dos primeros locales en Madrid.  Que pronto se conviertieron en más de 100 en toda España.  Los españoles hemos recibido bien a Starbucks.  Pero no por el café, sino por la experiencia dentro de sus locales: ese "tercer lugar" que su co-fundador Howard Schultz siempre ha esgrimido como una de las claves del negocio (Starbucks es el tercer lugar después de nuestro hogar y la oficina, donde podemos sentarnos y sentirnos cómodos tomando un café).

2011 (concretamente 18 de Abril)

Entro en "mi Starbucks" de la calle Fuencarral, donde bastantes miércoles me tomo algo mientras dormito delante del portátil en uno de sus sillones antes de entrar a dar clase en la Escuela Superior de Publicidad.

Y ahí es donde está el problema porque me encuentro esto:

Starbucks fuencarral

 ¿Echáis en falta algo?

¿…?

Mirad bien.

Seguro que lo habéis acertado: ya no hay sillones.  De un plumazo la reforma (obviamente no decidida en la calle Fuencarral sino en Seattle) se ha cargado la principal seña de identidad del activo más importante de la marca Starbucks: sus locales.

El "tercer lugar" ya no existe

Porque entiendo que no pretenderán que subsista en esas sillas de madera que te dejan el culo pétreo si estás más de 20 minutos.  Me pregunto cuál es la reflexión que puede llevar a Starbucks a dar este paso cuyos riesgos conocerán mucho mejor que yo:

  • ¿La necesidad de reducir los minutos de permanencia en el local de cada cliente para elevar la rotación de visitantes? Pero, ¿y si la experiencia empeora, por qué van a venir más visitantes?
  • ¿La necesidad de incrementar el ticket promedio? E.d. "como facturar 5 euros por un café no es suficiente, vamos a servir raciones de ibérico y ensaladas a mediodía".  Para lo cual necesitamos una mesa de madera bien grande en el centro y hay que hacerle hueco…

¿Se os ocurren más razones?

¿Hay alguien de Starbucks al otro lado que nos ilumine?

La oferta de las franquicias hosteleras se vuele clónica

  1. McDonalds de pronto pretende convertirse en un experto cafetero con sus Mc Café para así poder robarle clientes a Starbucks.
  2. Burger King hace exactamente lo mismo: no tenéis más que ver su último spot sobre su café "100% arábica recién molido".
  3. Mientras, Starbucks adopta la estrategia opuesta: opta por una carta de alimentos más amplia para recuperar por esta vía las ventas de café que parece haber perdido a manos de los dos anteriores.

Da la sensación que las franquicias caminan hacia un modelo de restauración único y clónico.  Todo vale con tal de capear esta crisis. Los únicos perjudicados, me temo, vamos a ser los consumidores, sufriendo productos mediocres preparados por empresas sin el know how ni la logística adecuada.  En lugar de especialización, maestría y valor al cliente, parecemos condenados a recibir una oferta generalista, mecanizada y gris.

Adiós Starbucks?

A pesar de que no me gustó lo que vi al traspasar el umbral me quedé… a tomar mi último café y decir adiós a "mi Starbucks". 

Porque la marca Starbucks no es el logo de la puerta ni las promesas publicitarias de sus folletos y sus rótulos.  Starbucks es su café, es la amabilidad y la juventud de sus baristas, pero sobre todo es la experiencia que se puede (o se podía) disfrutar puertas adentro.

Quiero que mi marca vuelva…

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Burger King: invertir cientos de miles de euros en un pedazo de queso

La publicidad…

Esta es la última campaña promocional de Burger King que habréis visto recientemente en la tele.

 

Más allá de que vendan muchas hamburguesas como esta, la responsabilidad más grande que los marketinianos de Burger King tienen entre sus manos es gestionar con tacto el valor de marca, que es realmente lo que les distingue o les debe distinguir de su principal competidor, que todos sabemos cuál es.

No veo nada malo en utilizar este tipo de campañas para dinamizar a su base de clientes y lanzar novedades que generen tráfico a tienda. Además, el mero hecho de comprobar que la marca se mueve y desarrolla su abanico de productos, me parece una buena iniciativa.

…y el producto que me prometen en esa publicidad

Lo que no me ha gustado tanto es el gap entre la promesa proyectada en el anuncio y la realidad del producto que me han servido en el restaurante.

Aquí tenéis una foto (perdón por la calidad, hace tiempo que debí jubilar mi Smartphone, pero estamos en crisis…). Esa microscópica porción de queso es el argumento sobre el que Burger King sostiene una inversión publicitaria de cientos de miles de euros.

Burger

Un producto irrelevante no puede ser una excusa para invertir en publicidad

No lo entiendo.

Yo pensaba que la publicidad se había inventado para comunicar las ventajas diferenciales de los productos: ¡eh tú, que sepas que he lanzado este nuevo producto está de muerte, así que la próxima vez que consideres ir a una hamburguesería, ven aquí porque te encantará!  Pero que el producto era el encargado de deleitar al cliente cumpliendo sus expectativas.

Daría la sensación de que aquí el producto no es más que una excusa para tener algo que contar en un anuncio.

La publicidad jamás puede ser un sustituto para un producto excelente.

Pues no.

La publicidad sólo sirve para algo si la expectación que puede llegar a generar se ve acompañada de una aportación de valor brutal cuando me planto en el restaurante.

Para todos los que seguís pensando que el Marketing consiste en lanzar mensajes puertas a fuera del restaurante destinados a que la gente entre dentro, permitidme que os dé mi opinión: el Marketing hoy día es justo lo contrario: gestionar el valor que damos al cliente puertas adentro (porque es dentro del restaurante donde el cliente realmente se relaciona intensamente con la marca).

Dentro del restaurante entra en juego una ecuación de importancia crucial:

  • Por un lado está el dinero que pago por la hamburguesa.
  • Y por otro, el valor que recibo: que esté buena, que me sorprenda, que mi visita se convierta en un momento de ocio agradable con mi familia…

Para que yo vuelva a ese restaurante, el valor que recibo debe ser igual o superior al precio que pago.

La fidelidad no puede sustentarse en promesas, sino en realidades.

En caso contrario, la marca me defrauda (es lo que los psicólogos llaman disonancia cognitiva).

Y lo peor de todo es que la publicidad ha conseguido el efecto contrario al deseado: he ido al restaurante esperando encontrarme una hamburguesa del diez y me he encontrado una lámina de queso que me ha parecido (como dicen en mi pueblo) una coña marinera.

Dicho lo cual, relativicemos: todo tiene la importancia que tiene.

No salí de allí llorando, ni siquiera protesté en la barra, sólo saqué esa foto y me olvidé del asunto hasta hoy. Está claro que es sólo una hamburguesa, no un automóvil de 60.000 euros que se me ha gripado nada más sacarlo del concesionario. Pero lo sucedido ha quedado almacenado, en alguna neurona etiquetada "posicionamiento de Burger King". Y no ahora, pero sí en la próxima oportunidad de consumo (e.d. la próxima vez que Alejandra y Carmen me asalten un sábado por la tarde gritando ¡burguer, burguer!) revisaré mi escala de preferencia antes de decidir dónde cenamos.

Así funcionan las cosas señores publicitarios. Lo siento, pero no me lo he inventado yo: el consumidor, los medios y la tecnología han cambiado. 

Las marcas deben hacerlo también.

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Ruta 7/10 para tu contenido de marca: ríete de ti mismo. (Donuts Light, Burger King)

¿Qué cualidad preferís en la gente que os rodea?, ¿la sencillez o la prepotencia?, ¿la capacidad para reconocer un error o la arrogancia para esconderlo?, ¿la humanidad necesaria para reírse de uno mismo o la altivez del que se sitúa por encima del bien y del mal?

No quiero parecer apocalíptico, pero vivimos en tiempos atormentados donde mostramos fuertes carencias en el plano emocional, incluso nos aislamos del contacto directo con las personas y lo sustituimos por el contacto social on line.   Estamos demasiado ocupados, estresados y distantes.  Y somos demasiado superficiales.

En el plano del consumo, comprar cada vez es más difícil: entramos en un hiper y descubrimos ¡40.000 referencias entre las que tenemos que escoger! (la mayoría de ellas totalmente indiferenciadas).  Las marcas deben acudir a nuestro auxilio, presentando beneficios claros y contundentes pero también mostrándonos un rostro más accesible y humano.  Si han de habitar entre nosotros, forzosamente tendrán que adaptarse a nuestros hábitos y nuestro lenguaje.

Y nuestro lenguaje incluye el humor y a menudo la capacidad para reírnos de nosotros mismos.  ¿Por qué a las marcas les cuesta tanto hacerlo?

A continuación os planteo dos buenos ejemplos de esta ruta número 7: comenzar a reírte de ti mismo.

En este anuncio, Donuts light lleva un poco más allá la idea de mostrar un rostro humano: no sólo utiliza el humor sino que además positiviza el error.  Lanzaron un primer Donuts Light que no funcionó, y se pusieron manos a la obra para mejorarlo.  Esta manera de contar su historia refuerza la importancia de haberlo conseguido a la segunda y les muestra como una marca accesible y confiable, que es capaz de hablar sin ambages a sus clientes.  Las posibilidades de desarrollo futuro de contenido son muy grandes y además están plenamente respaldadas por la promesa del producto: está buenísimo y te alegra el día.

También resulta interesante analizar el caso de Burger King. En 2004, Burger King lanzó el microsite Subservient Chicken, un trabajo de la prestigiosa agencia norteamericana Crispin, Porter y Bogusky del que hemos hablado anteriormente en este blog.  En la web, un actor oculto bajo un disfraz de pollo deliberadamente cutre, obedece las órdenes que cualquier internauta quiera darle desde un cuadro de diálogo a pie de página.  El objetivo era fomentar el consumo de la nueva hamburguesa de pollo TenderCrisp, un producto que se prepara al gusto del cliente, es decir, “el pollo como tú lo quieras”.  La campaña hizo furor: el sitio consiguió un millón de visitas el primer día y las ventas del Tender Crisp aumentaron en torno a un 10% cada semana desde el inicio de la campaña. 

Después del éxito de la campaña, Burger King decidió tomar la vía del humor en toda su comunicación a nivel mundial, desarrollando como icono al "King". Esta campaña local que todos recordaréis utiliza con gran acierto el contexto del ¿lujo? y la prensa del corazón tan en boga estos días.  Con ello, realiza un guiño evidente al consumidor y le ofrece entretenimiento, esto es, contenido útil.  Que es justamente lo contrario a la publicidad de tipo comercial que todos conocemos.

Observad lo que McDonalds sigue haciendo mientras tanto:

 

Puedes contar una historia cliché y consabida (comer en nuestro restaurante = familia feliz garantizada) o puedes romper los clichés de la categoría y aplicar tu lado irónico a ti mismo.

Si te estás planteando tomar esta ruta, te sugiero tres reflexiones muy prácticas:

1. Analiza tus debilidades como marca.  No mirándote al ombligo sino escuchando a tus clientes. Si tienes una agencia o una consultora puede que algunos clientes te digan que eres demasiado pequeño como para contar contigo.  Intenta positivizar tu pequeñez (en mi empresa lo estamos consiguiendo poco a poco), calibrado siempre el grado de humor que puedes aplicar en tu comunicación (y que, nuevamente, depende del target al que te dirijas).

2. Analiza la comunicación que está haciendo tu competencia.  ¿Es muy seria o conservadora?  Ahí puede abrirse una oportunidad para ti.  Rompe esos clichés y muéstrate como una marca más natural, más cercana, más humana y en consecuencia, más fiable.

3. Una vez que hayas decidido que parte de tu marca vas a tratar desde la ironía, determina si ese territorio te daría pie o no a desarrollar buen contenido y ofrecerlo a tus clientes para enlazar con ellos.

 

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Si quieres atraer a tus clientes, siéntate a jugar con ellos.

Ultimamente me encuentro con muchos artículos sobre comunicación de marca efectuada en un contexto de entretenimiento.  Parece que lo que más obsesiona a sus autores es encontrar la etiqueta más apropiada para aplicar a estas campañas.  Como si no pudiesen llamarse publicidad… Sino Advertainment, Branded entertainment, Funny Marketing… la lista es interminable.

Esto de la comunicación en un contexto de entretenimiento no es una cosa de ayer.  De hecho, lleva rondando la cabeza de los publicitarios desde que en 2004, Burger King lanzó el microsite Subservient Chicken, un trabajo de la prestigiosa agencia norteamericana Crispin, Porter y Bogusky. Un actor oculto bajo un cutre-disfraz de pollo obedece las órdenes que le quieras dar desde un cuadro de diálogo a pie de página.  

Se trataba de un microsite dirigChicken03ido a fomentar el consumo de la nueva hamburguesa de pollo TenderCrisp, un producto que se prepara al gusto del cliente, es decir, “el pollo como tú lo quieras”.  La campaña hizo furor: unos días antes de su lanzamiento, el Director Creativo de la agencia envío a veinte amigos una versión no definitiva de subservient chicken.  Al final del día, el sitio había tenido un millón de visitas.  Cuando la campaña finalizó, los visitantes totalizaban catorce millones.  Las unidades vendidas del Tender Crisp aumentaron en torno a un 10% cada semana desde el inicio de la campaña, convirtiendo a este producto en el más exitoso sándwich de pollo jamás comercializado por Burger King.  Es más, el éxito de esta acción motivó a los mandamases de Burger King a confiar en la ruta del humar por la que ahora circula su comunicación de marca.

Si en su día no viste esta campaña o lo hiciste pero la habías olvidado, probablemente te estés preguntando si realmente podemos llamar a esto publicidad.

Mi respuesta es que le llames como te dé la gana. 

Intenta venderle una idea como esta a un cliente tuyo o ponla en marcha si trabajas para tu propia marca.  ¿La diversión que aportas a tu target hace que miles de clientes se congregen alrededor tuyo y eso termina por beneficiar a tus ventas?  ¿Puedes conseguir eso en un contexto de sobre-saturación publicitaria donde nadie te oye por más GRP´s que compres? ¿Qué más da cómo le llamemos?

Invitar a los clientes a jugar con nosotros nos da tanto miedo como llamar publicidad a todo aquello que no se parezca a un spot, una página a color, una valla 8×3 o un banner.  Nos da miedo porque supone transformar nuestra profesión en algo muy diferente a lo que ha sido hasta hoy.

Nadie diría que subservient chicken es una producción a la altura de merecer el rango de publicidad.  Pero estaremos de acuerdo en que Subservient era un contenido útil que la marca Burger Kig nos ofrecía de modo gratuito.  Está ahí para hacernos reír sin pedirnos nada a cambio. Para sorprendernos y empatizar con la marca.  Si consiguen eso (parece fácil…), será más fácil que viralicemos el contenido y el guiño que la marca nos ofrece, nos lleve a acercarnos un poco más a ella.

El propio CEO de Crispin, Porter & Bogusky, Jeff Hicks declaraba que “la tarea de la agencia es lo contrario a interrumpir (a los consumidores): crear contenido que les divierta, contenido de tal valor y utilidad que los consumidores no querrían prescindir de él.”

Subservient chicken y todas las campañas parecidas en las que trabajamos y trabajaremos cada vez más, orientadas a entretener al público objetivo con el enfoque de aportar utilidad (para generar pull) en lugar de interrumpir (push), son la publicidad del futuro.

Si no queremos decir que la publicidad está muerta, porque suena muy fuerte, al menos no intentemos protegerla colgando etiquetas inútiles a este nuevo enfoque de comunicación, para preservar el halo de glamour de la vieja publicidad.  ¿Se trata o no de poner en contacto a marcas y consumidores?   Entonces hablamos de lo mismo.

¿Qué opinas tú? ¿Estarías dispuesto a participar gustosamente o pagar por una campaña de este tipo?

 

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branding innovación publicidad para recordar

SMART Y SPOTIFY: UN BUEN EJEMPLO DE CROSS-BRANDING 2.0

A menudo me soprenden favorablemente las creatividades que escucho en Spotify mientras trabajo en el ordenador.

Hace unos meses fue Burger King.

Hace unos días fue Smart.  Ahora que no se venden coches ni a tiros, y que ZP se lleva las ayudas por donde han venido, es imprescindible romper los manidos y casposos códigos de la categoría y encontrar un contexto diferencial y apropiado para presentar el producto con unas mínimas opciones de generar interés y preferencia.

Spotify puede ser un contexto apropiado.

La idea es muy sencilla:

– mientras estás escuchando música en Spotify aparece una cuña y un banner de Smart:

 
SMART SPOTIFY

– tiran de unos insights divertidos para llamarte la atención:  puedes visitar en Spotify listas de canciones que sólo te atreves a escuchar en privado, canciones que se te meten a capón en la cabeza y no salen, canciones de karaoke, canciones donde mueves la boca como un teleñeco porque no te sabes la letra… Dentro de estas listas puedes añadir tus propias canciones fetiche si quieres.

Canciones verguenza  

– el coche incluye un smartphone con acceso pagado a Spotify durante un año

– un 10 a la multi-conectividad de la campaña: una de las cosas más importantes en un mundo complejo y sobresaturado de información donde conseguir un segundo de atención de nuestro cliente es oro puro, cuando logramos por fin establecer contacto por primera vez, es vital allanar el terreno al siguiente encuentro.  Smart lo hace permitiéndote que te registres para una prueba de producto si así lo desesas.

Smart solicitud pruebaEl coste del smartphone con spotify dentro del precio del coche (9.390 euros) es ínfimo, y sin embargo sirve de base para crear una historia alrededor del coche.

Estamos hablando de una acción de cross-branding, donde Spotify transfiere a Smart sus valores de modernidad, dinamismo digital, diversión, compartir... vamos lo que casi ninguna
marca de coches nos ofrece.

Opino que esta publicidad tiene realmente más de información útil que publicidad.

La escucho y la almaceno en mi recámara.  Puede que yo no esté entre el 10% de consumidores dispuestos a comprarse un coche en un momento equis, pero sí comentaré la campaña entre mis allegados, mis alumnos, y en mi blog.